"Hay banderas blancas por todas las casas"

Después de mes y medio de guerra sin cuartel, las líneas defensivas de la República en Asturias se desmoronaron y el Consejo de Gobierno ordenó una evacuación angustiosa y caótica

M. Gutiérrez / P. Entrialgo

 
   Entrada de las tropas de avanzadilla del ejército de
   Franco en Gijón. 21 de octubre de 1937. / ABC
 

“Apenas se oyen tiros. Hay muchas banderas blancas por todas las casas y no se ven incendios. La escena es la de un país donde en pocas horas se hubiera operado una completa transformación”. El escueto informe de los pilotos del ejército franquista que al amanecer del 20 de octubre de 1937 realizaron el primer ataque del día a Gijón anticipaba las últimas horas de la guerra. Pocas horas después, el Consejo de Gobierno abandonaba la entonces capital asturiana a bordo de un barco en mitad de una caótica evacuación.

Un mes antes, el coronel Adolfo Prada, jefe del ejército republicano en Asturias, había anunciado el desastre. Sin refuerzos, sus mal pertrechadas milicias serían incapaces de defender la ciudad en cuanto las tropas franquistas superasen la línea defensiva de Villaviciosa. La República apenas consiguió hacer llegar a El Musel el material bélico suficiente para alimentar la esperanza de resistir algún tiempo más. El autoproclamado gobierno autónomo había ordenado enviar al frente a todos los hombres disponibles bajo amenaza de encarcelar a las esposas y los padres de quienes no se presentasen a filas. Los comisarios políticos y los oficiales habían recibido la directriz de disparar contra cualquier soldado que diera un paso atrás. De poco sirvió. Con una artillería insuficiente y sin apenas aviación, los pilotos alemanes del ejército nacional apenas encontraban obstáculos para bombardear las trincheras, atacar Gijón con devastadora regularidad y garantizar el bloqueo del puerto, el único lugar por donde todavía podían llegar víveres y municiones.

 
   Mujeres y niños huyendo de la guerra.  

En 18 de octubre, once bombarderos atacaron el puerto gijonés mañana y tarde. Su ataque apenas encontró ya resistencia. Desde la ciudad, los gijoneses contemplaron espantados el aterrizaje de emergencia en la playa de uno de los pocos cazas que todavía luchaban por defender la ciudad. “Nuestro ejército continúa resistiendo todo lo humanamente posible para frustar los propósitos de avance del enemigo”, aseguraba al día siguiente el bando republicano en las crónicas de sus diarios oficiales, que limitaban el avance del enemigo “a la conquista de dos pequeñas lomas al sureste de Villaviciosa”. La realidad era muy distinta. En Gijón, los ataques aéreos destrozaban la ciudad y sembraban el pánico, los víveres se habían agotado y el presidente del Consejo Soberano de Asturias, Belarmino Tomás, convocaba una reunión de urgencia para organizar la evacuación.

 
   El Dindurra, en llamas. / C. Suárez  

El 20 de octubre, las tropas del general Fidel Dávila daban por sometida Villaviciosa. Las milicias habían incendiado numerosos inmuebles en su retirada. La fábrica de El Gaitero se libró de las llamas. No así las botellas de sidra. Las que no pudieron beberse sirvieron para empedrar el suelo de cristales con el triste consuelo de que el enemigo no pudiera emborracharse para celebrar su victoria.


Pero las tropas franquistas no se detuvieron a festejar la conquista del bastión, prosiguieron su avance a fuego hacia el centro de Gijón. En la ciudad, todo el que tenía oportunidad intentaba asegurarse un hueco en un barco para huir. A las ocho y cinco, los consejeros abandonaban la ciudad a bordo del pesquero 'Abascal'. Una procesión de barcos de todo tipo se lanzó al mar en un intento desesperado por burlar el bloqueo de la marina franquista. Catorce embarcaciones fueron apresadas. El 21 de octubre, la avanzadilla de las Brigadas Navarras entraba en Gijón sin encontrar resistencia. Quienes hasta pocas horas antes habían sido presos patrullaban la ciudad anticipando un nuevo orden. Al llegar al puerto, según recogieron en su parte oficial, se dieron de bruces con un barco francés que, cargado de material de guerra, acudía en auxilio de una ciudad que no sabía rendida. En el caos del 'sálvese el que pueda', nadie se preocupó de evitar que navegase hacia una ratonera. Sus tripulantes saludaron puño en alto y con vivas a la revolución a los soldados que acudieron a detenerlos.


El día 22, el cuartel general de Franco emitía desde Salamanca su último parte oficial sobre la guerra en Asturias: “El frente asturiano ha sido derrumbado por nuestras tropas. El enemigo, derrotado y abandonado por sus cabecillas, entrega sus armas a las columnas nacionales”.



 
 Retirada de la placa de la calle que
 conmemoraba la proclamación de
 la República. / ABC
   Evacuación de los niños. / Archivo
 municipal de Gijón





















Vídeo: lugares claves en el oriente de Asturias